02 Nov
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La gripe es una enfermedad infecciosa y autolimitada (normalmente se resuelve por sí sola al cabo de una semana) que se contagia a través de las diminutas gotas de saliva que expulsamos al hablar, toser o estornudar. En la población sana no suele representar un problema serio, pero existen determinados grupos en los que el riesgo de complicaciones o secuelas es mayor: ancianos, niños pequeños, embarazadas, pacientes con enfermedades crónicas… El Sistema Nacional de Salud proporciona la vacuna de manera gratuita a aquellos pacientes incluidos en los grupos recomendados, aunque ésta también se encuentra disponible en las oficinas de farmacia para otros que se la quieran poner.

¿Por qué cambia todos los años?

Una vacuna consiste en la inoculación de antígenos inactivos (estructuras del virus que serán reconocidas por nuestro sistema inmunitario) en el organismo con el fin de que éste desarrolle un mecanismo de defensa específico frente a éstos. De esta manera, una vez desarrollado dicho mecanismo, si el virus entra en contacto con el organismo, las defensas actuarán rápidamente evitando el contagio.

El virus de la gripe se caracteriza por presentar una alta tasa de mutación, lo que quiere decir que tiene la capacidad de cambiar su material genético a medida que se reproduce con una rapidez extraordinaria. Así es que cada temporada presenta unas propiedades antigénicas diferentes que nuestro sistema inmunitario aún no conoce. Ésta es la razón por a que cada temporada se formule una vacuna distinta. Todos los años la Organización Mundial de la Salud lleva a cabo estudios sobre muestras de virus procedentes de diferentes puntos del planeta con el propósito de identificar las cepas más comunes y desarrollar una vacuna contra ellas.

Si tienes alguna duda sobre este tema no dudes en preguntar a tu médico, enfermero o farmacéutico.

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